Después de una pérdida importante en la vida entramos en un estado psicológico y emocional marcado por la tristeza. Esta experiencia puede ser capaz de desencadenar un sufrimiento tan intenso y permanente que éste puede llegar a adquirir un carácter patológico, es entonces cuando experimentamos lo que llamamos duelo complejo o patológico.
El duelo normal y el duelo complejo difieren en duración e intensidad. El estado de duelo “natural” después de la pérdida de un ser querido puede durar varios meses, durante los cuales el afectado experimenta tristeza y una dolorosa nostalgia con un sentimiento de vacío. Entre seis meses y un año, el duelo es relativamente largo, pero continúa siendo normal siempre y cuando el afectado no padezca ninguna enfermedad, depresión o estado de estrés postraumático, y siempre y cuando la persona no realice conductas que atenten contra su salud o su integridad física (consumo de tóxicos, abuso de alcohol o ideación suicida, por ejemplo). En ese caso, sería necesario tratar dichas enfermedades teniendo en cuenta el contexto del duelo.
Delante de una pérdida las personas reaccionan de manera diferente, nuestra fragilidad psicológica nos predispone a experimentar mayor sufrimiento, además, ninguna pérdida es idéntica a las otras, una pérdida brusca e inesperada es significativamente más traumática que un fallecimiento lento y esperado, puesto que este último nos permite preparar su llegada.
El duelo no consiste ni en olvidar al difunto ni en vivir sin experimentar tristeza. El objetivo del duelo consiste, pues, en aceptar la tristeza sin temerla y en tomar consciencia de que el difunto no ha desaparecido por completo, que no ha fallecido del todo, puesto que sigue vigente en nuestro interior. El difunto está presente, a su manera, ya que hablamos de él, puesto que pensamos en él. El duelo es el aprendizaje de la vida sin el ser amado.
Transcurrido un año, si el duelo adopta la forma de un intenso dolor existencial y un intenso sentimiento de nostalgia, entonces hablaremos de “duelo complejo”. Según diferentes investigaciones, entre el 9 y el 12% de las personas que han perdido a un ser querido padece este tipo de duelo.
¿Cómo saber si se sufre un duelo complejo?
Existen varias descripciones sobre los criterios que debe de cumplir un duelo complejo. Según las investigaciones más recientes, tras la pérdida de un ser con quien estábamos significativamente vinculados:
-El afectado experimenta, al menos, uno de los tres síntomas de desamparo vinculados con la relación de pérdida presentados a continuación:
Recuerdos o pensamientos involuntarios
Intensos períodos de tormento.
Intensa nostalgia y añoranza por el difunto.
Estos indicios han de ser experimentados diariamente y en reiteradas ocasiones, o con una elevada intensidad. El malestar provocado por los síntomas que a continuación mencionamos no ha de ser transitorio y debe de tener, por lo menos, seis meses de duración.
El afectado experimenta, al menos, cinco de los síntomas presentados a continuación:
El sentimiento de estar perdido/a o vacío/a a raíz de la pérdida.
Dificultades para aceptar la realidad del fallecimiento.
Conductas de evitación respecto a los recuerdos vinculados a la persona fallecida: lugares, fechas, imágenes, etc.
Incapacidad para confiar en alguien tras la pérdida.
Extremo resentimiento o ira hacia el difunto.
Extrema dificultad para seguir adelante: por ejemplo, para crear nuevos vínculos de amistad, para retomar centros de interés, etc.
Apatía o incluso ausencia total de emoción.
El sentimiento de que, sin el difunto, la vida carece de sentido y el futuro no merece la pena.
Si cree que padece un duelo complejo, si no logra por usted mismo superar el duelo o este se convierte en excesivamente largo o intenso, entonces debería de considerar la ayuda de un especialista en psicología que le pueda orientar y acompañar en su proceso.
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