El concepto de autismo se ha ido modificando a lo largo del tiempo, conforme se ha ido avanzando en su conocimiento científico. En la actualidad, la denominación más adecuada para esta patología del neurodesarrollo infantil, y otras relacionadas, es Trastornos del Espectro Autista. En ella se engloban diferentes alteraciones como el Autismo, el Síndrome de Asperger, el Trastorno Desintegrativo Infantil y el Trastorno Generalizado del Desarrollo. Todos estos tipos de autismo se encuentran dentro de un continuo con rasgos comunes y gravedad variable, que van desde el autismo leve o de alto funcionamiento hasta el trastorno autista, también conocido como síndrome de Kanner, ya que fue este doctor el primero en darle una definición en 1943. En todos los casos existen, a grandes rasgos, dificultades en la comunicación, las relaciones sociales, el lenguaje y en ciertas conductas repetitivas o estereotipadas. Es frecuente, además, que vaya asociado a algún tipo de retraso mental.
Aunque todavía queda mucho camino por recorrer en la delimitación su origen, la comunidad científica coincide en que son varias las causas que pueden dar lugar a esta alteración. Entre ellas, se encuentran factores genéticos que afectan al desarrollo cerebral del feto, y otras circunstancias ambientales, durante el embarazo o los primeros meses de vida del bebé, que contribuirían a un desarrollo anormal del Sistema Nervioso Central.

El trastorno autista infantil tiene como uno de sus síntomas principales la alteración de la interacción social en el uso de comportamientos no verbales, como el contacto ocular, la expresión facial o los gestos, la incapacidad para desarrollar relaciones con compañeros de su nivel de desarrollo, la ausencia de compartir disfrutes, intereses y objetivos y la falta de reciprocidad social o emocional. Asimismo, se encuentra afectada la comunicación, ya sea por ausencia o retraso en el desarrollo del lenguaje oral, por la incapacidad para iniciar o mantener una conversación, por la utilización de lenguaje repetitivo (ecolalia) o por la ausencia del juego simbólico o imitativo. También se dan comportamientos, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados, que se manifiestan por una preocupación absorbente hacia ciertos intereses u objetivos, por la práctica inflexible de rutinas o rituales no funcionales, por movimientos repetitivos motores (sacudir las manos o movimientos complejos de todo el cuerpo) y por preocupación persistente por parte de objetos. Estos síntomas se manifiestan en el autismo infantil antes de los 3 años en una de las siguientes áreas: interacción social, lenguaje en la comunicación social o juego simbólico.

En el tratamiento del autismo, la detección precoz y la atención temprana son de vital importancia para avanzar en el desarrollo de los niños que padecen este trastorno. Existen diferentes programas de tratamiento, pero todos ellos se centran en desarrollar las competencias de comunicación e interacción social de los pequeños de manera que aprendan a relacionarse mejor con otras personas, a reducir las conductas y movimientos que les causan malestar y sufrimiento en su vida diaria, y a incorporar cierta flexibilidad a su vida. Es muy importante que el tratamiento sea dado por profesionales formados y experimentados en este tipo de trastorno y que las familias se impliquen en él.

Escrito por:
Victoria Souviron. Psicólogos en Málaga

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